La flor púrpura
Me costó meses terminar este libro, meses… no esperaba que fuese a costarme tanto porque en principio lo que había leído de él me parecía interesante. Sabía que iba de unos niños que vivían bajo el dictado de un padre tirano y que sólo podían sentirse libres cuándo iban a visitar a la hermana de su padre, una mujer profesora de universidad que les enseñaba que la vida podía ser muy distinta a lo que conocían.
Y si, básicamente es eso, lo que no sabía era que el personaje del padre iba a ser como es, un fanático religioso que da lecciones de moral pero que dentro de casa maltrata a su familia (a su mujer y a sus hijos) en el nombre de dios. Y me costó muchísimo leer toda es parte, toda esa parte en la que Kambili, la niña y la narradora de toda la historia, tiene a su padre como un dios en la tierra a pesar de que está intuyendo lo que le está haciendo a su madre, a pesar de que le tiene un miedo que ella piensa que es respeto. Y cómo justifica todo lo que pasa en la primera mitad del libro, como está constantemente deseando la atención de su padre y cómo vive una vida estricta y llena de horarios a mí se me hacía muy cuesta arriba.
La historia empieza a cambiar más o menos a mitad del libro, cuando conocen a su tía y acceden a que pasen unos días con ella porque el padre, un empresario muy poderoso, está metido en ciertos conflictos que hacen que termine cediendo para que su hermana se lleve a los niños.
El mundo en el que vive su tía es muy diferente al mundo en el que viven ellos lleno de mansiones y sin falta de comida. Ellos viven en una casa humilde pero, al contrario que en la mansión, allí pueden ser libres. Así que esta segunda mitad del libro, con regreso a casa incluido, lo leí en apenas dos tardes. Cuando toda esa primera mitad con ese personaje maltratador y religioso, me costó meses poder leer.
No os voy a contar el giro final de la historia pero creo que es lo mejor de todo el libro, el darte cuenta de que definitivamente esos niños y su madre han abierto los ojos por fin.
No sé si volveré a leer algo de Chimamanda que no sean sus discursos, porque esta novela todavía necesito terminar de digerirla.

